AMNISTÍA, DIJO

Jesús de las Heras | Opinión | Política | Estamos revolucionados a nivel de bar y de sala de estar de casa, que es como se revoluciona la gente en España por costumbre (que hacer algo productivo para cambiar las cosas es otra ídem) con esto de la amnistía. Ahora parece que don Pedro Sánchez Castejón es un villano porque quiere seguir siendo presidente del gobierno a cualquier coste, y se nos escapa que el problema no es él, como no lo fue José Luis Rodríguez Zapatero, con ser los dos gobernantes que más daño han hecho a España desde el reinado del ínclito Fernando VII, sino que el problema de verdad es de mucho mayor calado.

A mi juicio, el problema es la situación política que hace posible que llegue a la Presidencia del Gobierno de España un político que concentre todo el poder en sus manos, como lo hicieron no solo el Presidente actual, sino que también en su día los que le precedieron, a saber, por orden de menor antigüedad: Mariano Rajoy Brey, José Luis Rodríguez Zapatero, José María Aznar López, Felipe González Márquez, Leopoldo Calvo-Sotelo Bustelo, y Adolfo Suárez González. Sí, este último podría ser excusado porque cuando juró el cargo veníamos de una dictadura en que los poderes ejecutivo y legislativo estaban en las manos del Dictador, aunque curiosamente el judicial no —si bien es innegable que los jueces tenían que aplicar las leyes vigentes, y no niego que se ejerciera presión sobre ellos a la hora de dictar sentencia, e incluso existía el TOP, Tribunal de Orden Público cuya misión era preservar el régimen dictatorial—. Aquello es lo que quisieron cambiar Adolfo Suárez y el Rey Juan Carlos.

¿Lo consiguieron? A mi juicio, no. Como decía el escritor José Tomás de Lampedusa en su famoso libro El gatopardo, había que cambiarlo todo para que nada cambiase. No digo que los esfuerzos de estos dos caballeros tuvieran ese objetivo, pero eso es lo que ha ocurrido. ¿Las fuerzas no patentes del régimen anterior lo procuraron? ¿Fue imposición de la CIA? Bueno, aunque no me consta, yo me inclino más por lo segundo…

¿Y por qué?, se preguntarán ustedes con toda lógica. Para responder a eso hay que situarse un poco más allá de nuestras fronteras…, vayámonos a Alemania.

Como sabrán ustedes, en aquel país hubo una revolución en los años treinta, que acabó en un golpe de estado desde el gobierno. El Canciller (equivalente al Presidente) del país dictó una serie de leyes desde 1933 hasta 1945 que llevaron al país a la ruina y a una confrontación militar que costó al mundo cincuenta millones de vidas. Quedémonos con el dato de que cuando es el gobierno el que da el golpe de estado, hay que echarlo por la fuerza, en aquel caso con el concurso de las cuatro potencias más importantes del mundo. De ellas, las dos más fuertes, La Unión Soviética y Los Estados Unidos de América, se repartieron el mundo en dos zonas de influencia: el este para los primeros, y el oeste para los segundos. Los soviéticos no engañaron a nadie: impusieron el comunismo como forma de gobierno en Albania, Alemania Oriental, Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría, Polonia, Yugoslavia y Rumanía, siendo países amigos China, Corea del Norte y Mongolia. (Lo de Cuba llegaría más tarde, cuando el Tío Sam gestionó el problema con evidente torpeza). El resto quedaba para los EEUU.

Quizá no lo recuerden ustedes, pero cuando Hungría (1956) y Checoslovaquia (1968) dijeron que querían abandonar el comunismo, recibieron la visita de carros de combate del ejército ruso para restablecer la paz de modo que el credo comunista siguiese impartiéndose en todos los estamentos de dichos países, así como se consolidaba la implantación de los gobiernos comunistas. El pueblo en todos esos países no tuvo nada que decir, o al menos no se les escuchó, porque eran el botín de guerra de la Unión Soviética, al que no estaba dispuesta a renunciar.

Pero ni la Unión Soviética ni ninguno de aquellos regímenes comunistas blasonó nunca de ser democrático, excepto de la República Democrática Alemana, pero era una democracia en nombre del pueblo, pero sin el pueblo, y casi siempre en contra del pueblo, como el resto de los regímenes socialistas que en el mundo han sido desde 1917. Lo mismo se puede decir de la República Popular China. Pero sea ese el tema de otro artículo.

En Occidente el que tomó bajo su protección a los demás países, o sea el resto de Europa, América entera y Oceanía, fue el país más guay de todos, los Estados Unidos de América, cuyos naturales son conocidos en todo el mundo como los americanos para enfado de mucha gente —sobre todo sudamericanos—, pues tan americanos son los del sur como los del norte. Y es cierto, pero en realidad el único país de todo el continente que tiene la palabra América en su nombre oficial son los EEUU (United States of America), por lo que me parece a mí que decir estadounidenses en lugar de americanosme parece una majadería. Méjico, sin ir más lejos, se llama Estados Unidos de México. O sea, que los mejicanos también podrían ser estadounidenses. Y también norteamericanos, porque Méjico SÍ está en el Norte de América. Cuando era Nueva España además comprendía toda Centroamérica, excepto la península de Panamá, que pertenecía Nueva Granada, que ahora —sin dicha península— se llama Venezuela.

Bueno, pues ese país tan guay, EEUU de A, era una democracia. Según ellos, la primera democracia del mundo, porque en la de los griegos antiguos no disfrutaban de derechos civiles ni las mujeres, ni los esclavos ni los extranjeros, y eso estaba mal. Claro, que en la democracia de EEUU desde su fundación en el siglo 18 hasta 1960 y pico, tampoco los tenían los negros, y aún hoy, si quieres ser Presidente de EEUU tienes que haber nacido allí, por lo que todos los que adquirieron la nacionalidad americana después de nacer en otro sitio no tienen ese derecho. Pero, así y todo, van por ahí presumiendo de democracia, igualdad de oportunidades, y otras cosas de las que en realidad carecen. Pero ellos no eran como los soviéticos, no señor: ellos querían exportar su modo de vida, su sistema político, la democracia, al resto del mundo, para oponerse a los odiados soviéticos.

Pero, ¡ay, amigo!, su socio más protegido de ellos, los franceses, les salieron ranas. En 1966 se fueron de la organización militar de occidente, la OTAN, y obligaron a los americanos a llevarse sus bases del país. Francia se les escapó, pero no así Alemania ni Japón, en las que intervinieron, como potencias vencidas en la guerra que eran, en la elaboración de sus nuevas constituciones. ¿Y eso en qué nos afecta a nosotros?

Pues en bastante, pues la Constitución Española de 1978 se confeccionó tomando la de Alemania como modelo. Además, el apoyo de ese país al gobierno de Felipe González era público y notorio. En Alemania hay autonomías, que ellos llaman Lander, y aquí tenemos las que tenemos. Poco a poco las nuestras han ido acaparando más competencias con las que nunca soñaron los dirigentes de los Lander, pero eso se debe a otras razones que no vamos a tocar en este artículo.

No, no tuvimos Plan Marshall porque no fuimos país beligerante en la Segunda Guerra Mundial, pero la mano del Tío Sam se notó cada vez más en nuestro país, y no solo por las modas, música y otros aspectos culturales, sino también políticos. Crear una democracia de verdad en España podría hacer que se les escapara e incluso que cambiara de bando, como ya habían hecho los díscolos españoles en 1935. De hecho la invasión de Normandía del 6 de junio de 1944 iba a ser en realidad por el País Vasco, con una España destrozada por la reciente Guerra Civil, pero el principal impulsor de la invasión, Roosevelt, Presidente de EEUU y en realidad comandante en jefe del bando aliado, falleció antes de que se pudiera realizar. Y su sucesor, Harry Truman, lo pensó mejor: si liberamos España y ponemos un gobierno democrático, con el tiempo acabarán eligiendo a los comunistas, y tendremos al enemigo en el patio trasero, así que desestimó los planes de su predecesor y cambió los planes por el más difícil de Normandía, aunque murieran muchos más de sus soldados que si hubieran entrado en Francia desde España. De haber seguido el plan inicial, los americanos quizá hubieran quitado a Franco del poder, y hubieran instaurado una república, y otro gallo nos hubiera cantado durante 40 años. Pero eso es ya pura especulación…

Lo cierto es que disfrutamos 40 años de paz la de Franco, claro, en que no había libertad, aunque años después viniera Solzhentisin a decirnos que lo de aquí no era dictadura ni nada, que fuéramos a la URSS para ver lo que era una dictadura de verdad. Sí, no podíamos elegir al gobierno ni a los diputados, pero podíamos movernos a donde quisiéramos, salir del país, trabajar y hacernos ricos, o no dar palo al agua y pasar hambre, etc. Me leí el grueso tomo que publicó, Archipiélago GULAG, y aquello me dio una idea muy lúgubre de aquel régimen político que en aquel entonces yo ansiaba para mi país, porque estaba harto de Franco y pensaba que en el extranjero en general ataban los perros con longaniza, se podían ver mujeres desnudas en el cine, y se podía leer lo que a uno le daba la gana. Aspiraciones de veinteañero en aquella época en que no había libertad.

Ahora, en mi pretermadurez, pienso que lo mejor de aquella época era que yo tenía 20 años, como dice la canción de María José Pradera. Ahora podemos oír a esa gran cantante o a cualquier otra que nos guste, viajar a cualquier país del mundo —y no como en la época de Franco, en que no se podía ir a los países comunistas—, aunque nos mirasen en el extranjero con desconfianza, por vivir en un país amigo de Hitler y por eso nos exigían visado para casi todos ellos, excepto Argentina y Portugal, creo recordar. Además, podemos estudiar lo que nos dé la gana —como ya pasaba en el Franquismo, claro—, y podemos hablar de casi todo, excepto meternos con las minorías, las mujeres, o hablar de toros, que está mal visto. Pero eso es otro tema que ya hemos tratado y trataremos en otros artículos, perdonen ustedes.

Pero sí, disfrutamos de un régimen político donde hay más libertad que antes. Ahora se puede militar en un partido político, aunque sea como PODEMOS o VOX, que quieren que nos vayamos de la OTAN y de la Unión Europea. Pero lo que no podemos hacer, al igual que tampoco pueden hacer los alemanes, en cuya constitución se inspira la nuestra, es elegir a nuestros representantes.

Je, si no los elegimos nosotros, ¿a quién representan? Podrían representarle a usted, lector, pero solo en un caso: si se apunta usted a un partido político, y va escalando puestos, pisando las cabezas de todos los que se le pongan por delante, hasta llegar a la dirección del partido, y allí sigue medrando hasta llegar a ser el jefe de todos ellos, se habrá convertido usted en el líder, el mandamás de esa organización política. Esto no es que pase en el PSOE, es que pasa en TODOS los partidos políticos españoles. ¿O se ha creído usted que son los afiliados de base los que votan al Presidente o al Secretario del Partido? Pues bien, una vez que es usted el mandamás del partido (llámese Presidente, llámese Secretario), usted podrá designar a los candidatos a las actas de senador o diputado. Sí, claro, usted puede hacerlo en función de la capacidad o idoneidad para el cargo de los miembros de su partido que irán en la candidatura del partido; pero también podrá basarse en la lealtad de ellos hacia la ideología del partido, o a la persona de usted, su líder. ¿Y dónde deja eso al pueblo? Pues, vaya, es verdad. El pueblo que vote, que le dé los votos a su lista de candidatos, para que no gobiernen los de la lista de otro partido. Y si la del suyo obtiene la mayoría absoluta, el Presidente del Gobierno será usted.

¿Significa eso que usted es el español más capacitado para representar a los españoles y decirles lo que tienen que hacer y evitar por medio de las leyes que usted o sus congresistas tengan a bien elaborar? En realidad lo que usted habría demostrado no es capacidad, sensibilidad por los problemas más importantes de la nación, ni preparación para resolverlos, ni siquiera voluntad de querer hacerlo: usted lo único que habrá demostrado para llegar a ese puesto es que se ha impuesto al resto de afiliados a su partido para el cargo de máxima responsabilidad. Pero no fueron oposiciones como las de los maestros, no: fue una serie de maquinaciones, apoyos y otras cosas que ni sé ni vamos a saber nunca, pero que están ahí. No hay más que ver cómo han sido nuestros presidentes del Gobierno para dudar de la bondad de ese procedimiento para llegar a la responsabilidad máxima del país. A ninguno elegimos, y a ninguno vamos a poder elegir, si no cambiamos este régimen por un sistema político que de verdad nos represente a todos.

Pues vaya rollazo que nos está metiendo este tío, dirán ustedes seguramente. Pero todo esto ha sido necesario recordarlo una vez más para comprender por qué nuestro ínclito presidente actual sigue en el cargo tras haber perdido las elecciones de 2023; y también por qué pretende dar una amnistía a los rebelados en Cataluña contra el Estado Español en 2017. El presidente tiene todo el poder en las manos. El legislativo y el ejecutivo desde que apareció este régimen político en 1978 (me refiero al Presidente del Gobierno como institución, no a Pedro Sánchez en particular), y por medio de una serie de manejos políticos y en el ejercicio de su cargo, ha conseguido también que la cúpula de la judicatura le sea afín.

Y ese, amigo lector, es el problema de los españoles de ahora: que una persona como Pedro Sánchez Castejón o José Luis Rodríguez Zapatero puedan llegar a ser Presidentes del Gobierno sin que nadie pueda limitar su poder. Ahora se habla de si la Unión Europea puede impedir la amnistía o no, pero eso es una vergüenza para España: que tengan que venir de fuera para resolvernos los problemas.

Pedro Sánchez quiere aministiar a los golpistas catalanes, aunque sea a costa de la unidad de la patria. Pero ¿quién lo va a amnistiar a él cuando ya no esté en el gobierno? Personalmente, yo creo que esta amnistía no irá a ninguna parte, o que se descafeinará tanto, que no les va a merecer la pena a los golpistas ni a los aspirantes a serlo. Pero eso no nos evada de ver cuál es el problema de fondo que tenemos: que puede haber un presidente del gobierno que no sepa usar el poder que tiene en las manos. Pasó en el Imperio Romano, y ha pasado en la historia de los monarcas de todo el mundo. Pero al menos los emperadores romanos elegían a su sucesor (si bien no siempre acertaron con el mejor para el cargo) y los reyes han educado a sus hijos para el puesto durante toda su vida. Ahora basta que un individuo saque más votos que los demás para ser el dictador que nos mande durante cuatro años. Se nos llena la boca condenando y hablando mal de Franco porque era un dictador. Pero no olvide usted, lector votante, que a Franco no lo votó nadie. A nuestros dictadores cuatrienales (o sea, a los presidentes del gobierno del pasado y por desgracia quizá del futuro) los votan gente como usted, que se suele creer que votar es una obligación, y no un derecho del que puede usted pasar cuando quiera, como lo son casarse, irse de viaje, o estudiar esta carrera, la otra o la de más allá, o ninguna en absoluto. Así que háganos un favor a todos los españoles: no vote usted. No está votando democracia: está votando dictadura. Sí, de la ideología que a usted le gusta, pero ni para elaborarla le pidieron opinión a usted, ni tampoco para lo que el dictador cuatrienal de turno vaya a hacer con ella. Recuerdo la profunda decepción de mi amado padre —teniente de la república durante la Guerra Civil— en los años ochenta cuando me dijo: cuarenta años esperando a que vinieran los míos para encontrarme con estos. Y se refería a los gobiernos de Felipe González, un santo varón en comparación a lo que está cayendo…

Ahora tenemos a los agricultores y transportistas de huelga porque el gobierno no sabe hacer las cosas, ni defendernos ante los oligarcas de Europa. Oligarcas a los que nadie ha elegido. Nosotros, desde luego, no. Son funcionarios ensoberbecidos que se atreven a arruinarnos la vida en razón de sus ideologías disparatadas. Se han inventado un calentamiento global y una polución producida por el hombre cono causa de los males del medio ambiente, cuando el CO2 producido por el hombre es un porcentaje irrisorio comparado con el que producen las plantas, y además, la influencia del total de ese gas en el efecto invernadero llega apenas al 3%, siendo el principal causante de dicho efecto el vapor de agua procedente de nmuestros mares calentados por el Sol en su mayor parte. ¿Van a prohibir el mar también? Pero es que si no tuviéramos efecto invernadero, la temperatura media del planeta sería de -17 grados centígrados, con lo que todos nosotros estaríamos muertos, o ni siquiera habríamos nacido. El efecto invernadero nos proporciona los veintipico grados que necesitamos para que exista la humanosfera en este planeta. Sí, es verdad que durante el pasado siglo subió la temperatura algún grado, pero en el Imperio Romano disfrutaban de más calor que ahora, como lo atestigua el nombre de la enorme isla que conocemos como Groenlandia, pues debe su nombre al topónimo inglés Greenland, que significa la Isla Verde porque lo era hace apenas unos siglos debido a la buena temperatura de que disfrutaba, pues la temperatura en nuestro clima sube y baja y a lo largo de los siglos, como si fuera la manera de respirar de este planeta, de modo que se diría que nos mima y protege de esa manera. De otra forma, sería como Marte: un planeta vacío de gente, con inmensas maravillas desperdiciadas porque no habría nadie que las apreciara. Pero estos burócratas se han creido sus propias fabulaciones y nos echan la culpa al pueblo de lo que ellos creen que es un desastre, si bien lo que yo creo es que se trata de una campaña orquestada para que alguien haga un negociazo aún más flagrante que el de los doches eléctricos. Lo ecológico no es comprarse un coche eléctrico: lo ecológico es seguir con el que tenemos, dado que construir un coche —sea eléctrico o no— supone la liberación a la atmósfera de elementos muy contaminantes, como litio o el propio CO2 que escupen al aire las máquinas industriales que se usan para construir los coches. Pero la dictadura de Bruselas ha dictaminado que los coches nuestros son muy malos, y el que pueda que se compre un coche que vale tres veces más que los de ahora, o que se vaya andando, que ellos seguirán yendo en jet privado.

Y ustedes ahora quizá se pregunten que esto qué tiene que ver con la amnistía. Quizá no mucho, pero el problema de la amnistía, con ser injusto y sangrante, no es tan importante como los otros problemas que he señalado. Seguirán apareciendo otros temas porque este gobierno no hace una a derechas, pero mientras sigamos entretenidos con lo de la amnistía, con el beso de Rubiales, o con el súrsum córdam, no nos percataremos de lo que de verdad está arruinando al país y no exigiremos una pronta solución. Los agricultores merecen soluciones, y no balas de goma u hostigamiento por parte de las fuerzas de seguridad del estado. El ciudadano español no merece un gobierno de 20 ministros que no hace nada, ni tampoco merece —como decía Rubalcaba— un gobierno que le mienta. El pueblo español merece un gobierno que les arregle los problemas que tiene, muy graves, y de los que no se habla: educación, sanidad, red vial, tapar el coladero de la droga por el sur de España, que tanto desprestigio nos da en Europa y resto del mundo…, y también sanear nuestra economía, la nacional y la familiar. Que todo lo demás es música celestial.