GUÍA DE CARTAGENA – Para nómadas  y curiosos

De la Asociación de defensa del Patrimonio DAPHNE Y el diario digital Sureste Press

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Bienvenido a Cartagena!. Estamos seguros que no será la última vez que nos visite. En Cartagena hay muchas cosas que ver, de eso se ocupan las guías oficiales. Pero también hay muchas cosas por descubrir: de eso, nos ocupamos nosotros.

Usted se encuentra en una encrucijada: seguir su camino o nuestras recomen-daciones. Si acepta, vuelva hasta el mar. A la Escala real, entre dos monolitos, de donde sale el Barco turístico que le llevará fuera de la bahía por5€.

Aquí, en la Escala real, de cara al horizonte vuelva su cabeza a la izquierda, verá la antigua Sierra de San Ginés que arranca en Cabo de Palos y viene a morir frente a usted. Tras una chimenea de 100 metros en lo alto de un cerro, se divisa el Castillo de San Julián,  último castillo defensivo construido en Europa, se tardó casi 200 años en terminarlo. Fue testigo de un pronunciamiento republicano en 1886, tras la muerte de Alfonso XII con su viuda aún embarazada de Alfonso XIII, que acabó trágicamente. El castillo fue casi destruido en 1898 al explotar sus polvorines, totalmente llenos ante la amenaza de un posible ataque americano.

Más abajo y girando la cabeza a la derecha, se adivinan las baterías de costa del frente izquierdo, un total de 8 fortalezas abandonadas de los siglos XVII al XIX. Con tiempo, una visita muy recomendable.

Junto al Faro Verde, el 17 de julio de 1937, por causas aún no aclaradas el acorazado republicano Jaime I explotó y se hundió causando más de 300 víctimas. Quedó el buque semi sumergido, siguiendo  activas sus baterías antiaéreas durante la guerra y, su tripulación a bordo hasta que, a finales de 1938 fue enviada a primera línea de combate a las órdenes de “El Campesino”

Entre los dos faros, vemos la antigua Isla de Hércules ¿Estarán ahí las cenizas del héroe o el árbol de Pigmalión?  Al final de la Guerra Civil, esta isla fue testigo del hundimiento del vapor “Castillo de Olite”, la mayor tragedia naval del conflicto con casi 1500 fallecidos.

Llegando con la mirada al Faro Rojo, junto a él, vemos el Fuerte de Navidad, cuando está abierto la visita cuesta 3.50€. Y casi invisible, detrás del Fuerte de Navidad, la antigua torre del siglo XVII, a los pies de un montecillo que alberga 7 u 8 baterías de costa, tan abandonadas e interesantes  como las del llamado frente izquierdo, a la espera todas ellas de la actuación de las Instituciones para su recuperación.

El siguiente monte alberga el Castillo de Galeras. Único activo, propiedad de la Armada. En él, en la madrugada del 12 de julio de 1873 se izó la bandera roja de los cantonales. Durante seis meses convivieron en Cartagena esta bandera roja, la negra y la tricolor; tres franjas horizontales, roja, blanca y morada. La del Gobierno provisional de la República Federal de España. La de Castelar, o de la Republica cartaginesa le llamó la Prensa del momento.

Girando un poco más la vista, en lo alto de un monte pelado nos encontramos un tercer castillo, de los cinco con que cuenta Cartagena. El del Atalaya, el castillo de la muerte, como lo bautizaron las tropas centralistas durante el asedio al Cantón, por su efectividad.

Bajamos un poco la mirada y nos encontramos con el antiguo penal, convertido hoy en universidad y Museo Naval de libre entrada y que cuenta con otra sala anexa dedicada al Arma submarina  que está presidida por el primer submarino moderno  de la Historia, el Isaac Peral.

Si nuestros pasos no nos llevan al Museo Naval, a nuestra derecha. Podemos ir a nuestra izquierda hasta el ARQUA, Museo Nacional de Arqueología Submarina. Allí además de los antiquísimos barcos fenicios  y numerosas piezas de todas las épocas, podremos ver el famoso Tesoro de la Mercedes. De libre entrada los fines de semana a partir del sábado a las 15 horas, el resto de días 3€.

Pero demos la espalda al mar y partamos a la conquista de la ciudad. En sus primeros pasos se encontrará la muralla de Carlos III que rodeando la ciudad y su Arsenal trepa por el monte de Galeras hasta su castillo, un total de 5 Kms.

A su izquierda, el monumento a los héroes de Cavite (único monumento a una derrota). Junto a él, el Ayuntamiento. También de libre entrada. Edificio modernista inaugurado por Alfonso XIII en 1907, aprovechando la visita del rey de Inglaterra y el primer ministro francés. Los acuerdos de Cartagena.

Frente al Ayuntamiento, el Museo del Teatro Romano, instalado en el Palacio Pascual de Riquelme con amplias salas que tras pasar por un pasadizo se accede a la última sala; el teatro. Sobre el graderío se levanta la vetusta catedral de Cartagena, de la que hablaremos más adelante. El precio de la entrada es de 5€.

Para entender un poco más el urbanismo de la ciudad: decir que durante el Cantón, tras 45 días de bombardeo y más de 23.000 proyectiles caídos, la ciudad quedo casi destruida, tan solo una veintena de edificios se salvaron.  De ahí  la profusión  de edificios modernistas con que se reconstruyó gracias a la riqueza generada por la plata de las minas de la Sierra de San Ginés. Notar, que en muchos de estos edificios, aunque muy armónicos, ninguna planta es igual a otra.

La Guerra Civil también afectó al urbanismo de la ciudad, los 117 bombardeos se cebaron con su patrimonio. Especialmente doloroso el del día de San Gonzalo de 1936. El día anterior Gonzalo Queipo de Llano en una de sus esperpénticas alocuciones en Radio Sevilla prometió “peladillas” por su santo a los cartageneros. El resultado fue, 4 horas de bombardeo, más devastador aún que el de Guernica. Testigo de aquel día es la Catedral y el estado que se encuentra desde entonces.

Ahora sí, tomamos la Calle Mayor. A nuestra izquierda nos encontramos un bello edificio modernista (la casa Cervantes) junto a él se encuentra el casino o Palacio de Casa Tilly. Un minero acaudalado quiso entrar de socio en el casino, pero los miembros de este, por considerarlo vulgar no lo permitieron, así, Cervantes, que así se llamaba el minero, compró los terrenos adyacentes al Casino y edificó esta mansión, y en blanco, para que destacase. En los bajos se abrió un café; el Café España. Entre un dulce típico llamado “Suspiro” que le gustaban al maestro Álvarez y que se tocó por primera vez en este café, el pasodoble más famoso de nuestra historia, aquí nació “Suspiros de España”.

A mitad de calle, a la izquierda, una calle estrecha nos desemboca en la Plaza del Rey y al fondo, las puertas del Arsenal. Las mismas que cruzó en la madruga-da del 15 de abril de 1931 Alfonso XIII para embarcar camino del exilio. 50 años más tarde las volverían a pasar sus restos, camino de El Escorial. Nota curiosa del reloj de la torre es que es, gemelo del de la Puerta del Sol de Madrid.

De vuelta a la Calle Mayor, a nuestra derecha está la iglesia de Santo Domingo, que pertenecía al convento del mismo nombre y que como cinco más, desaparecieron con la Desamortización. En cuanto a arte religioso, apuntar que casi todos los retablos de la ciudad fueron destruidos y quemados el 25 de julio de 1936. Salvándose únicamente la basílica de la Caridad, defendida por la marine-ría de la Armada y civiles, entre ellos, las “damas de la noche” del cercano barrio del Molinete ocupado en dar placeres mundanos a quien los pudiese pagar. Esta defensa se premió dejando a estas damas acudir al templo cada año para ofrecer a la Virgen 13 rosas negras, esto acabó en una tradición que cada año, en Semana Santa se rememora.

Frente a Santo Domingo, nos encontramos un andamio, ya viejo, que tapa la fachada modernista de un edificio que nunca se debiera haber permitido demoler y en el solar que ocupaba, los restos del puerto romano, inundados y con poca esperanza de futuro.

Llegamos al final de la Calle Mayor y desembocamos en una pequeña plaza, a nuestra izquierda se alza una sorpresa; el Gran Hotel. Una joya modernista construida por el despecho de otro minero. Se cuenta que Ceferino, que así se llamaba el minero, gustaba “bajar” de la sierra a Cartagena y alojarse en la suite del mejor hotel de la ciudad. Un día el dueño del hotel le pidió que dejara libre la habitación para alojar a un príncipe, de mala gana accedió Ceferino, pero en su cabeza anidó la idea de hacer un hotel mejor y en el que nadie le pidiera abandonar la suite. Y así lo hizo.

Al principio de la Guerra Civil, el Gobierno de la República ordenó confiscar las reservas de oro del Banco de España, las cuartas del mundo en aquellos tiempos, y embaladas en 10.000 cajas vacías de municiones trasladarlas en tren a Cartagena, al sitio más seguro de la zona republicana, los polvorines de La Algameca. Más tarde, los túneles subterráneos que sirvieron de almacén del “Oro de Moscú” sirvieron para guardar numerosas obras de arte de “El Prado” o tesoros de algunas catedrales, como la de Cuenca ¡hasta dos trenes hicieron falta después del final de la guerra, para trasladar a Madrid lo que allí se encontraba (historia esta, como tantas de Cartagena, silenciadas a favor de la de otras capitales, aunque no pasaría nada si se contase entera, nada cambiaría) Pero sigamos con el “Oro de Moscú” almacenado en La Algameca, pero custodiado y administrado para la compra de armamento para la República desde las oficinas que el Banco de España instaló en el Gran Hotel. El “Oro de Moscú” salió de España para más países, además de Rusia; en avión, submarinos y barcos mercantes,

A nuestra izquierda se alza el Palacio de Capitanía. Imposible entrar. En él hay un trono en el salón del Trono, reservado para uso del Rey. Si en lo más alto del edificio hay una pequeña bandera de España con dos discos negros, es que está en plaza el Vicealmirante. Si hubiera tres, sería el Almirante. Aquí, los últimos jueves de cada mes, se celebra el solemne arriado de la bandera al atardecer, con honores y banda de música.

Sigamos un poco adelante y a nuestra derecha veremos una calle en la que a nuestro costado izquierdo tiene unas columnas romanas, restos de los almacenes del puerto de Cartago Nova, avanzamos unos metros por la calle Morería, un gran solar, lleno de muchas cosas, últimamente… sobre todo polémicas. Mientras Ayuntamiento y constructores le tienen echado el ojo a parcelas expropiadas en su momento a bajo coste, para construir, “respetando” en cada sótano los “supuestos” restos arqueológicos, “si los hubiera” Colectivos de defensa del Patrimonio defienden la excavación integral, dando así un sentido al complejo arqueológico situado en suelo municipal: almacenes del puerto, aljibes, silos, talleres, calzadas… La otra polémica la tenemos al mirar a nuestra derecha, el cerro que se levanta delante de nosotros y en el que hay signos de construcciones antiguas, así como escoriales de cuando se hizo la excavación arqueológica de su parte alta con excavadoras. De esta polémica de “El Molinete” hablaremos más adelante, ¡esconde una sorpresa! Por una corta calle detrás de nosotros, si aún estamos mirando al cerro de “El Molinete”, volvemos a nuestro camino, ese eje de la ciudad que comenzamos en el puerto.

Seguimos nuestro paseo y llegamos a una plazuela con una fuente y el “Icue” que sostiene en la mano un pez del que brota un chorrillo de agua. Un icue, es un “zagalillo” de esos desocupados y muy activo que se dedicaba a vivir la vida.

Aquí podríamos seguir rectos y ver la iglesia del Carmen (sin convento y sin retablos) O la casa número 23, sin gran interés patrimonial, pero en la que el 13 de marzo de 2020 se le dijo a la cara al Covid por primera vez; “Resistiré” Al día siguiente Don Arturo Pérez Reverte dijo en redes sociales que sus paisanos habían encontrado un nuevo himno de España, más tarde… todos sabemos lo que pasó. También la casa Dorda o más allá de la Plaza de España la Casa Zapata, ambas particulares y salvo en la Noche de los museos, sin acceso al público

Pero es a la derecha donde nos dirigimos. Al final de la calle Santa Florentina, se adivinan dos arcos. Al llegar a ellos, tomamos a la derecha siguiendo los muros del Parque de Artillería hasta llegar a su puerta, allí está el Museo de Artillería, de entrada libre y una joya que no podemos dejar de ver.

En la planta baja, entre impresionantes cañones, llama la atención el cañón de costa Vickers de 125 mm, gemelo del que hundió al “Castillo Olite”. Pero es la planta alta la que nos va a contar, mediante objetos y grandes maquetas  la historia de las fortalezas y baterías de Cartagena (más de 40) además, alberga un récord Guinness: la mayor colección de maquetas de vehículos militares del mundo, hecha por un solo hombre. El edificio en el que nos encontramos fue destruido por una explosión, aún no aclarada en la que murieron más de 400 personas en los últimos días del Cantón. A la entrada hay un monolito que así lo recuerda en la que cada 6 de enero la ciudadanía realiza una ofrenda floral.

Al salir del Parque tomamos a nuestra izquierda hasta la esquina del edificio, allí si miramos a levante, frente a nosotros tenemos restos de la Muralla de Felipe IV que trepan la ladera en dirección a un molino  de viento, uno de los más de 200 que hay en el Campo de Cartagena, un tercio de los que hay en España.

Este molino en concreto, se construyó en 1808 para junto con el de El Molinete y San José abastecer a la población en caso de asedio de las tropas napoleónicas. Asedio que duró pocos minutos, los que tardaron los cañones del Castillo del Atalaya en pulverizar las batería de cañones instaladas por los franceses que, nunca llegaron a pisar Cartagena. Primera ciudad de  España en declarar por medio de la primera Junta de resistencia, la guerra a Napoleón. Esto le valió 50 años más tarde la concesión por parte de Isabel II del título de Excelentísima.

Detrás del molino, vemos un antiguo fuerte caballero reconvertido a principios del siglo XX en depósito de agua, hoy en desuso.

Pero volvamos sobre nuestros pasos. Al pasar frente a la placa que recuerda a las víctimas del Parque, apuntar que este suceso, unido a la llegada de la noticia del asalto del general Pavía al Congreso de los Diputados cuando se iba a votar y previsiblemente a favor, el cambio de forma de gobierno, de república unitaria a federal tal como pretendían los cantonales. Sumió en un caos total a la población, los ánimos se calentaron y se propuso volar los pocos edificios que aún resistían. La Junta acordó someterlo a votación entre todos los defensores de la plaza, incluidas las mujeres. Esta fue la primera vez en Europa en que la Mujer votó.

Dejamos atrás el Parque y seguimos por la calle de la Serreta. Allí tenemos la basílica de la Caridad, casa de una de las patronas de la ciudad. Curioso que una de las pechinas de la bóveda, la de María Magdalena, es el retrato de una de aquellas “damas de la noche” Caridad “La Negra” que un día defendiera a la Virgen de la Caridad.

Salimos del templo y volviendo sobre nuestros pasos tomamos el primer callejón a nuestra izquierda, al final de este nos encontraremos la entrada al Museo del Foro, precio de la entrada 6€y una rampa que nos llevará al Parque de El Molinete, de libre entrada. Este parque es un magnifico mirador sobre la ciudad además de que podemos ver, hay que tener en cuenta lo que no se ve. Una vez arriba, podemos imaginar que todos los edificios de nueva construcción al norte fue una antigua laguna, igual pasa con los de nuestra izquierda. Otra cosa que no podemos ver es el Palacio de Asdrúbal y Aníbal,  documentado en la antigüedad por Polibio, hoy en día hay gran polémica al respecto a su existencia; mientras arqueólogos de gran prestigio sostienen que es un gran palacio excavado en la roca y que aún está enterrado bajo el cerro, otros niegan tal afirmación.

Al salir del Museo del Foro, tomamos a nuestra derecha y en pocos metros, con el Palacio de Capitanía a la vista, a la izquierda que nos llevará a la Plaza San Francisco. El nombre le viene dado por haber estado  allí levantado un el Convento de San Francisco. Impresionan los ficus por sus formas y tamaños, aunque impresiona más, pensar en el ritmo de su crecimiento, ya que tan solo tienen cien años.

Debajo de dos ficus encontramos el monumento a Isidoro Máiquez, el gran actor, padre del teatro moderno tal y como lo conocemos. Damos la espalda a Máiquez y a nuestra izquierda veremos la impresionante mansión modernista de la Casa Maestre, desgraciadamente abandonada y en propiedad de un constructor.

Bajo el pavimento de la plaza, los muros del convento, unos refugios de la Guerra Civil y un mercado romano, duermen el sueño de los justos. Acabada la guerra la plaza se reconstruyó y volvió a pavimentar, esta vez con pequeños trozos de mármol de colores. Quizá las necesidades del momento, hicieran que algunos de esos trozos de mármol perteneciesen a lápidas funerarias, de las que se podían leer algunos fragmentos.

Cruzamos la plaza y al fondo encontramos un pedestal coronado por un mapa en relieve de bronce que nos da idea de cómo fue la Cartago Nova romana, edificada en una península rodeada de mar. Un poco a su derecha una copia de la estatua de Augusto encontrada en El Molinete y tras ella se abre la Calle Caballero, en donde nos encontraremos con el Augusteum que podremos visitar por 2.5€.

Salimos del Augusteum y seguimos por la Calle Caballero para desembocar nuevamente en la Calle de La Serreta, a nuestra derecha vemos la pequeña plaza de Risueño y en la esquina más lejana La Casa de la Fortuna, la entrada cuesta 2.5€.

Salimos del centro de interpretación desandando nuestros pasos para tomar a la derecha la Calle Don Roque recorriendo el lateral de ladrillo visto del Cine Central. Originalmente un mercado de finales del XIX, con la llegada del Cine a principios del siglo XX compatibilizó su uso con el de cine ocasional, hasta que en los años 20 se le dotó de pantalla, patio de butacas y “gallinero” ornamentando la sala con bellas molduras y filigranas de escayola. Hoy, a la espera de un plan director que respete todos estos elementos y ponga en valor la primera pantalla de la región y una de las más antiguas de España.

Desembocamos en una plaza, la de La Merced, por encontrarse en tiempos allí, en puesto del cine, el convento de los mercedarios, encargados tiempo ha, del cambio de esclavos y compra de rehenes cautivos en Berbería. Miguel de Cervantes fue el más famoso de esos cautivos.

Cruzando la plaza, advertimos que está levantada y en un gran agujero hay unas ruinas de una excavación arqueológica, tapadas con geotextil hace un par de años para preservar unas viviendas púnicas que, incluso tienen signos de haber sufrido incendios, posiblemente en la toma de la ciudad por los romanos.

Al otro lado de la plaza, haciendo esquina con la Subida de San Diego, nos encontramos el Palacio de Aguirre, afortunadamente conserva su interior y es la sede del MURAN: Museo Regional de Arte Moderno, de libre entrada.

Volvemos a la calle y siguiendo la Subida de San Diego y llegamos a otra plaza, a nuestra izquierda, en lo alto de unas largas escaleras, la iglesia de San Diego, (sin convento y sin retablos) a nuestra derecha y, frente a la que fuera su casa, el monumento a Monroy; el poeta romántico de la tierra muerto a los 24 años. Don Emilio Castelar, presidente de la Primera República y amigo del poeta, escribiría el prólogo del libro póstumo de sus poesías, en el que decía; “A Monroy no se le debe juzgar por lo que ha dejado, sino por lo que se ha llevado consigo. La muerte se ha tragado un gran poeta, y tal vez el poema del siglo XIX”.

Continuamos cuesta arriba por la Subida de San Diego y junto a la iglesia nos encontramos otro bello edificio modernista: “La Milagrosa» era la Casa de Misericordia de Cartagena, una institución benéfica del ayuntamiento dedicada al cuidado de niños desamparados, que se había instalado en el desamortizado convento de San Diego alrededor de 1839. En 1923 se decide demoler en convento y construir un nuevo edificio, encargándose la obras en 1929 al ya anciano arquitecto Víctor Beltrí. Autor de edificios como la Casa Cervantes o la Casa Maestre.

En la actualidad el edificio está restaurado aunque ha perdido partes insustituibles, como la capilla. Hoy “La Milagrosa” es la sede de la Universidad Politécnica de Cartagena.

Un poco más arriba y en la misma acera, tenemos la oportunidad de ver La Muralla Púnica por 3.50€

Salimos de La Muralla Púnica y cruzamos la acera, si miramos a nuestra izquierda, al fondo de una corta avenida, veremos la estación de ferrocarriles, también de estilo modernista y que, gracias a la presión popular, se convertirá, una vez rehabilitada, en estación del AVE. ¡Si llega alguna vez!

Frente a nosotros hay un edifico amarillo, es la estación de un pequeño tren de vía estrecha que en media hora atraviesa el paisaje minero de la Sierra y nos deja en el castizo pueblecito de Los Nietos, a orillas del Mar Menor, o a mitad de camino podemos visitar la ciudad hermana de La Unión.

Nos encontramos donde estuvieron levantadas las Puertas de San José y junto a ellas el “puesto de guardia” que aún podemos ver y que durante el Cantón estuvo regido con mano dura por una viuda y su hija que mandaban sobre un retén de hombres.

Antes de esa puerta, aquí estuvo la puerta de la Quark Hadash cartaginesa. Por ella salió Aníbal camino de Roma una primavera del año 218 a.C. Con 120.000 infantes, 12.000 caballos, los 40 elefantes y una larga caravana de carros con víveres y vituallas. Durante 8 años los cartagineses camparon por Roma, llegando a estar ante las puertas de la capital.

Roma estaba en peligro y la única manera de neutralizar a Aníbal era cortando su red de suministros de hombres, alimentos y armas. En 210 a.c Escipión “El Africano” pasó el invierno en Tarraco (Tarragona) organizando un ejército de 28 000 infantes, 3000 jinetes y 35 barcos. Atacaría Cartagena por tierra y mar, tal como hizo casi 1.500 años después Alfonso X “El Sabio”

A marchas forzadas se plantó Escipión con sus tropas en menos de una semana al otro lado del istmo que unía la península donde se levantaba la ciudad con el continente, al tiempo que la flota de Cayo Leilo se dejaba ver en la bocana de la bahía.

Cuando más de 2.000 romanos estaban formados para iniciar el ataque, otros tantos cartagineses salieron de la plaza a batirse en campo abierto en el istmo. La batalla parecía igualada, salvo que los romanos tenían un flujo continuo de soldados que acudían al lugar a cubrir las bajas. Los cartagineses se retiraron a la desvendada hacia sus murallas y su angosta puerta, esto propició el caos y una carnicería a manos de los romanos que intentaron, una vez cerradas las puertas, trepar con escaleras las altas murallas. Fracasando en su intento y retirándose.

“Quien posea Cartago Nova, tendrá Hispania”. Había dicho Escipión a sus soldados en la arenga anterior al ataque y no iba a tardar mucho en volver a intentarlo, esta vez, aprovechando que el viento del norte y la pequeña bajada de la marea, había dejado en seco el pie de la muralla de la parte norte que daba a la laguna, menos vigilada por estar protegida por las aguas. Atacaron los infantes por la muralla y los marinos en el puerto al mismo tiempo. La batalla fue breve. Había nacido Cartago Nova.

Ahora, amable lector, hay que elegir, si subir las escaleras situadas junto al cuerpo de guardia o seguir a los pies de la muralla disfrutando de un tranquilo paseo sobre la hierba a la sombra de los árboles. El resultado va a ser muy similar. Se trata de una foto fija de Cartagena que ha cambiado muy poco en más de 200. Primero haré el itinerario por arriba de la muralla, aunque si decide ir por abajo, no deje de leer esta ruta, encontrándose las dos rutas unos 1.000 metros más tarde, tras pasar por un túnel con tráfico que atraviesa la muralla y llegando a los Refugios de la Guerra Civil.

Lo primero que vemos en lo alto de una peña es el Fuerte caballero de Despeñaperros, en proceso de recuperación, aún no es visitable. Se trata de un fuerte que, armado con cañones protegía las puertas de San José, pero además era el “guardián” del Castillo de los Moros que vemos encaramado a un cerro a pocos cientos de metros de nosotros.

El Castillo de los Moros, cerrado a la espera de su recuperación, es un castillo único en Europa, se trata de una “obra coronada” de gran potencia de muros de cara a la campaña y mucho más débil de cara a las murallas de la ciudad, de esta manera si el castillo caía en manos enemigas, desde el Fuerte caballero de Despeñaperros, que está a la misma altura, se barría al enemigo del castillo.

El siguiente edificio es el cuartel de Antigüones terminado de construir en 1796, el nombre se debe a la gran cantidad de restos antiguos que allí se encontraron. Hoy acoge facultades de la Universidad Politécnica de Cartagena. Realmente, desde que pasamos por “La Milagrosa” estamos en el campus universitario.

El siguiente edificio es el Real Hospital de Marina inaugurado en 1762, Poco después se le dotó de un cementerio en la arena del Anfiteatro Romano. Así como un Jardín botánico creado con el fin de investigar plantas medicinales y compartir con los médicos, cirujanos y boticarios los conocimientos terapéuticos de las especies que allí se cultivaban. Además, mediante el estudio de las plantas se quería impulsar la agricultura, así como aclimatar nuevas especies traídas de ultramar.

El 17 de marzo de 1808 estalla el motín de Aranjuez, lo que precipita la caída del gobierno de Godoy y en Cartagena, ¿a saber por qué? la destrucción total de este jardín situado a los pies del Castillo de los Moros, con sus aularios y laboratorios.

Actualmente el antiguo hospital es sede de aularios de la UPCT, además mantiene un interesante Museo de la Ciencia, pidiendo permiso, es de libre entrada

Llegamos a la esquina de poniente del Hospital y lo rodeamos, al frente veremos un edificio hexagonal con una cúpula. Se trata de un anfiteatro de autopsias para las prácticas de los médicos de la Armada, mandado construir en 1768. Uno de los primeros de España.

Junto al anfiteatro de autopsias vemos los muros de la plaza de toros José Ortega Cano, la primera construida en la región en 1854 y abrigados por el anillo exterior de la Plaza, los restos del Anfiteatro Romano, cementerio del Real Hospital de Marina hasta 1779.

En la actualidad y desde hace bastantes años, se trabaja en la recuperación del monumento a base del empuje de asociaciones de defensa de Patrimonio. En el anfiteatro, incluso, se hacían naumaquias, inundando el ruedo para simular batallas navales.

Damos la vuelta y volvemos sobre nuestros pasos y tenemos para elegir. Seguir bajando hacia la Calle Gisbert, cortada a pico a principios del siglo XX, donde nos encontraremos con Los refugios de la Guerra Civil, la entrada cuesta 3.50€Aunque los auténticos refugios están un poco más adelante, las bocas de estos refugios así lo confirma. Están en el interior de la montaña y distribuido en tres plantas enlucidas de cemento fino, tenían capacidad para 5.000 personas sentadas en sus bancos corridos alrededor de sus potentes pilares. Este refugio aún no es visitable.

En este punto se deben juntar las dos rutas que separamos en el “Cuerpo de guardia” de la Muralla, por arriba y por debajo de esta. Si ha optado ir por abajo, además de disfrutar de un tranquilo paseo y unas bellas vistas, habrá reparado en una puerta que se abre en el muro. Es la puerta del socorro, De ella partía un “camino cubierto” o trinchera para el paso de tropas y carros para abastecer sin peligro al Castillo  de los Moros.

Bajo la cara sur del Real Hospital de Marina hay otra puerta, esta es la “poterna”, una puerta a la que llegaba el mar y por la que entraban enfermos infecciosos llegados en barcos a puerto. Aquí, amable lector,  ha de tener en cuenta que hasta finales del siglo XIX el mar batía en la muralla.

Junto  a los refugios de la Guerra Civil, se alza el Ascensor panorámico que por 2.00€ nos lleva hasta el Castillo de la Concepción. El quinto castillo de la ciudad.

Podemos acceder al castillo por este ascensor o desandando nuestros pasos y volviendo a subir la cuesta que acabamos de bajar, al coronarla tomamos a la derecha y nos enfrentamos a la cuesta que lleva al castillo, En la primera curva, esta, muy pronunciada, nos encontramos con una sorpresa que ha pasado y pasa desapercibida, una construcción de hormigón que se hunde en la pared de roca. Se trata de un refugio de la Guerra Civil, pero muy especial, era el destinado al Gobierno de la República.

La guerra estaba perdida y la República lo sabía, en vista de lo cual se trazó un plan para aguantar hasta el inminente estallido de la Segunda Guerra Mundial, o en el peor de los casos, ganar tiempo para hacer una evacuación ordenada, camino del exilio. Para ello, se había previsto replegarse puerto a puerto, hacia Cartagena, donde al amparo de sus baterías de costa con 35 kilómetros de alcance y la artillería de la Escuadra, las tropas se podrían acantonara la espera de acontecimientos.

Pero el 4 de marzo del 39 todo se torció y la artillería de costa, el Arsenal y el Parque de Artillería se sublevó contra el Gobierno. Al día siguiente los haría Casado en Madrid. El día 5, la Flota abandonaba el puerto y España, y el 6 Negrín lo hacía en avión. “Ahora ha sido Cartagena… y la Escuadra; mañana será Madrid o Valencia; ¿Qué podremos hacer? ¿aplastarlas? No creo que valga la pena, la guerra está definitivamente perdida.” Dijo Negrín antes de marchar.

Seguimos ganado altura andando por la carretera hasta llegar a las puertas de forja que encierran el Parque Torres y ascendemos entre jardines con el permiso de sus dueños, los pavos reales, hasta llegar a una torre tronco cónica, se trata de un antiguo faro en el que en su cima se encendían hogueras.

La carretera sigue su curso hacia lo más alto del cerro, pero delante de nosotros se nos abre otro camino que comienza en un estanque circular gobernado por unos cuantos patos, de ahí que el Castillo de la Concepción o de los Cuatro Santos, como también se llamó, sea popularmente conocido como el Castillo de los patos. Subiendo por la leve escalinata llegamos a la explanada donde en tiempos hubieron construcciones para la tropa, e incluso, una ermita. Acercarnos al final de la explanada nos ofrecerá una vista privilegiada de la ciudad y del Campo de Cartagena, todo lo que alcanza la vista.

Nos dirigimos al castillo, cualquiera de los dos caminos nos llevan a él, aunque el de la izquierda es más rápido, aunque… ¿Quién tiene prisa?

El Castillo de la Concepción fue una alcazaba árabe que protegía a la población, dedicada a la pesca y la construcción de naves. Prueba de ello lo tenemos en, que en el año 844  Abderraman II construye en los astilleros de Cartagena una flota para instigar a los normandos. En el 850 zarpa la flota musulmana contra Provenza. Tras el éxito, a la vuelta un temporal destroza la flota. Y así, un año después, reparada la maltrecha flota, zarpará para saquear Marsella y Gthalania, la actual Cataluña. Esto contrasta con la historia que nos han contado de Cartagena como un poblado insignificante de pescadores en tiempos de los moros.

La visita al “Macho” e interiores del Castillo de la Concepción cuesta 4.00€.

Bajamos del castillo y al llegar a la explanada vamos a unas escaleras a su derecha que nos dejaran ante la antigua puerta de la fortaleza “La puerta de la villa” en dirección a los jardines del Parque de la cornisa, allí nos encontraremos excavadas en la roca dos cisternas, posiblemente romanas y detrás del muro amarillo, unas impresionantes vistas del Teatro Romano.

Y apoyados en este muro y mirando a la escena del Teatro Romano, nuevamente hay que elegir, o ir a nuestra izquierda para bajar unas cuantas escaleras rodeando la catedral (ese edificio en ruinas que se levanta sobre el graderío del teatro) o volver a la Puerta de la villa y bajar por una calle que nos dejará al nivel de la vida de la ciudad en una pequeña plaza, la de San Ginés, patrón de la ciudad, otro. De esta calle en rampa, decir que de ella salen todos los años la primera procesión de Semana Santa de España, en la madrugada del jueves al viernes, antes de descubrirse el teatro, salía de la Catedral, cosa imposible a día de hoy. Del Santo y patrón, San Ginés de la Jara, hay una pequeña estatua en la esquina del viejo palacio que tenemos a nuestra derecha. Giramos a nuestra izquierda y avanzamos por la calle Cuatro Santos hasta la intersección con la calle Jara, ahí, y tras alzar la vista y ver en las cuatro esquinas las hornacinas de los Cuatro Santos, tomamos a la izquierda, subimos un poco y volvemos a girar a la izquierda en “La Muralla bizantina” Restos de cuando Cartago Espartaria era la capital de Bizancio en “Spania” y hoy sala de exposiciones del Ayuntamiento.

Continuamos por el callejón de la Soledad, presidido por un cuadro de la Virgen y, tras doblar el “picoesquina” del palacio de la condesa de Peralta, iremos a desembocar a una rampa que nos lleva a la puerta de la sacristía de la Catedral. A la izquierda queda la escena del Teatro y a la derecha, aquellas escaleras que no tomamos cuando estábamos en al Parque de la cornisa y, que por la calle del Osario nos lleva  a las puertas del templo. Buen sitio para recuperar aliento y conocer un poco más de su historia.

La tradición cuenta que en el año 35 d.C. desembarcó en la playa de Santa Lucía el apóstol Santiago en Hispania. Dos años después, San Basilio es elegido como el primer obispo de la primera diócesis de España, la de Cartagena. Moriría martirizado 20 años después, en el 57.

San Vicencio, San Agapito, San Félix, San Salomón o San Hipólito se sientan en la silla de la Diócesis primada y apostólica de Cartagena, hasta que en  411, alanos y silingos al mando de Atax toman la ciudad, ocho años después, el godo Walia expulsa a los alanos de Cartagena y se la devuelve al romano Honorio. Pero los alanos vuelven y en el 425, al mando de Gunderíco, arrasan la ciudad. El Obispo huye y se instala temporalmente en Begastri, (Cehegín).

En el 544 llega a Cartagena y se instala en un palacio junto a la Puerta de la villa, el duque cartaginense (Dux cartaginense) Severiano, hijo de reyes y padre de los cuatro santos cartageneros: San Isidoro, San Leandro, San Fulgencio y Santa Florentina, así como de Teodosia, que casó con el rey Leovigildo y fue madre de San Hermenegildo. Y de Recaredo, el cual decretó la unidad religiosa de España.

En el 551 las tropas bizantinas toman la ciudad, haciéndola capital de sus territorios en la península. Este hecho de estar la capital de la provincia eclesiástica, con 20 diócesis en manos bizantinas y el deseo de los visigodos de hacer de Toledo, la capital del reino y de la diócesis lleva a que en el 610 Gundemaro, tras promover un sínodo en Toledo decretara que Toledo pasaría a ser sede metropolitana de la archidiócesis y capital provincial, rango que poseía Cartagena hasta esa fecha.

Poco se sabe de esta Iglesia en tiempos de la invasión árabe, salvo que gracias a los acuerdos de Tudmir, conseguidos por el Dux cartaginenese Teodomiro, se respetó tanto el culto como sus edificios, prueba de ello el Monasterio de San Ginés de la Jara, en las cercanías del Mar Menor.

En el siglo XIII varios representantes del emirato de Murcia y el infante Alfonso, el futuro rey, Alfonso X “El Sabio” firman el Tratado de Alcaraz, por el que rendirán los moros vasallaje al rey cristiano. Este acuerdo no se acata ni en Lorca, Mula ni en Cartagena, por lo que los cristianos asedian y conquistan Lorca y Mula, no pudiendo doblegar a Cartagena ese año. Al año siguiente y atacada por tierra y mar, sí cae Cartagena, y en ella, dado que era ciudad conquistada y por ello, cristiana, y dada la importancia de su diócesis en la antigüedad, el Papa mediante bula papal (detalle este de la bula, a tener en cuenta) restituye el obispado de la diócesis de Cartagena. Siendo nombrado obispo el confesor del rey “Sabio”, Fray Pedro Gallego en 1243.

Alfonso X creó en esta catedral y el convento que la rodeaba, la orden de caballería para asuntos del mar de Santa María de España, más conocida como la Orden de la Estrella, la primera orden para la defensa de Castilla en el mar, germen de la Marina española e hizo a la Virgen del Rosell patrona de esta Marina. Esta virgen, que tenía su casa en esta catedral es también, patrona de la ciudad. ¡Otra!

En tiempos del papa Nicolás IV se traslada de forma fraudulenta (no existe bula papal que así lo ordene) la sede de la diócesis a la ciudad de Murcia en 1289, con la ayuda del rey de Sancho IV hijo de Alfonso X.

Esto de la sede del Obispo, hoy parece una cuestión baladí, pero no ha sido así a lo largo de los siglos en que, el hecho de tener como vecino al Obispo traía prosperidad al municipio. Y en este caso, incluso sirvió a Javier de Burgos en 1833 para suprimir la Provincia de Cartagena, integrarla en la de Murcia y darle la capitalidad a la bella ciudad del Segura. Aunque la liberal Cartagena se hubiese ganado a pulso la enemistad de Fernando VII al llamarle la atención sobre su comportamiento en numerosas ocasiones. Y fue a partir de 1823, tras rendirse el último general liberal a los 100.00 Hijos de San Luis, el general Torrijos, acantonado y asediado durante meses en Cartagena, cuando comenzaron una serie de decisiones reales que empobrecieron y despoblaron la ciudad.

Pero volviendo a la desolada catedral, aun pareciendo vacía, aún conserva tres joyas históricas: a cada lado del ábside hay dos gruesas columnas; la de los Mártires y la Pretoriana. Mientras en una se ataban a las víctimas en el circo para ser devoradas por fieras, en la otra se dice que sobre ella estaba sentado Galba cuando fue aclamado como emperador para derrocar a Nerón.

La otra joya es una cripta descubierta a finales del siglo XIX en unas excavaciones similares a las que se hicieron en la misma época en Santiago de Compostela, Si ha visitado el Teatro Romano, usted ha estado en ella como parte del pasadizo del museo al teatro. En Santiago se afirmó que era el cuerpo del apóstol y punto, aquí se trabajó arduo hasta demostrar que no era lo que en un principio se creyó; la primera iglesia de España.

La Catedral de Cartagaena, propiedad del Obispado e inmatriculada hace unos años como  “solar” y visitable por ley y presión popular los cuatro últimos días laborables del mes de 10 a 12, si tiene la suerte que ese mes al obispo no se le olvida abrirla. Dejamos la Catedral y bajamos por la cuesta de la condesa de Peralta y seguimos rectos hasta llegar a una iglesia grande de fachada de ladrillos rojos; Santa María de Gracia.

Se proyectaron varias fachadas, pero la falta de fondos no lo permitió. Ese afán por volver a sentar al obispo huido se tradujo en múltiples reclamaciones a reyes y papas que siempre, aun dando la razón, nunca llegaban a nada.

Atendiendo que: sin bula papal no se puede trasladar una catedral a otra ciudad, pero para trasladar la sede dentro de la misma ciudad, no hace falta ninguna bula. Y eso es lo que debieron pensar los cartageneros del siglo XVIII cuando con poca ayuda o ninguna del Obispo, levantaron una gran iglesia con vocación de catedral, reconociendo que la vieja no estaba en el mejor sitio, además de haberse quedado pequeña. Ni aun así, volvió el Obispo.

El templo es el corazón de la Semana Santa que alberga bajo sus bóvedas vaciadas, los tronos (pasos) que han de recorrer la ciudad, De ella salen casi todas las procesiones y en ella se recogen todas. Ni retablo en el altar mayor ni en muchas capillas, fruto de aquel 25 de julio del 36. Hoy en el altar mayor lucen las cuatro imágenes que hiciera el inmortal Salzillo de los Cuatro Santos, dos a cada lado de la patrona; la Virgen del Rosell. Se cuenta que un pescador llamado Ros la encontró flotando y la llevó a la Catedral, donde estuvo junto a los Cuatro Santos hasta aquel 25 de julio del 36 en que a hombros de miembros de Juventudes socialistas y dirigidas por el cronista de la ciudad en aquel momento, se escondieron de la turba que pretendía destruirlas; los Cuatro Santos en el Ayuntamiento y la Virgen del Rosell en casa del cronista hasta el final de la guerra. De la Virgen del Rosell, la que inspiró al rey “Sabio” sus famosas cantigas, se ha dicho que era de origen bizantino, también de estilo románico. Lo cierto es que, esta virgen, a la que todos los cartageneros conocíamos negra, por el humo de las velas, se dijo, marchó a ser restaurada y vino tal como hoy la pueden disfrutar.

Salimos de Santa María de Gracia y frente a nosotros, presidida por un reloj, la “Real Asociación Económica de Amigos del País” germen, en el siglo XIX de la Universidad, donde se impartían enseñanzas para la explotación minera de la Sierra de San Ginés.

Seguimos a la izquierda unos metros y por un callejón que se nos abre a la derecha, volvemos a la Calle Mayor, No sin antes reparar en un viejo palacete en el que nació el general Escaño. Uno de los cuatro Regentes del reino durante la Guerra de Independencia.

En este punto, amable lector, esperando que haya disfrutado de este paseo por las calles y la historia de la trimilenaria, nos despedimos con un; ¡hasta pronto! Volveremos para darle motivos para volver. Ya sea para disfrutar de nuestra gastronomía, de nuestros mares o nuestros montes, plagados de fortalezas, minas, ermitas e historia, y bajo ellos, siempre, el Mediterráneo, escondido en remotas calas o recostado en largos arenales.

Esperamos que si en algún momento, nuestra pasión por la defensa del Patrimonio ha tratado algún tema de forma un poco vehemente, nos lo sepa perdonar. Posiblemente, de no haber sido por esa vehemencia, algunas de las cosas que ha visto y muchas de las que aún le quedan por ver, no existirían.

Asociación Defensa Activa del Patrimonio Histórico, Natural y Etnológico De la Comarca natural del Campo de Cartagena – DAPHNE

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