EDITORIAL – SE QUIERE SUICIDAR…

EDITORIAL | Tenemos una carta, una carta de un lector conocido, culto, preparado, solidario, solo en la soledad de una sociedad estéril de sentimientos humanos. Y acosado, maltratado y mudo, solo escucha la basura televisiva de los telediarios agresivos y la violencia del cine, hasta la cadena de la iglesia cabalgando a tiros por el desierto anímico hispano. Vive en una pedanía de la capital murciana de aspecto claustrofóbico, seca  y mierda de perros no esa  del saco del ministro que arroja a un periodista del mundo cabreado que  apenas resiste la fétida política de unos locos.

Y es muy mayor, ochenta y seis años, según un fiscal tiene el buen hombre una cabeza en condiciones y por tanto no tiene razones para denunciar, no importa que apenas ande, pueda vestirse, bañarse, le duela todo el cuerpo y no duerma y tenga un pronóstico oscuro, serio, grave y de días contados. Y lo más cruel, sus tres hijos varones le han dejado tirado −FELIX, JAVIER Y JOSE−, no le visitan desde hace meses y uno de ellos desde hace cinco años, desde quedó viudo de pareja y vida, todo por una pequeña herencia, le queda la pensión resumen de cuarenta y dos años de trabajo que reparte entre nietos que ahora no le acarician. Una herencia que un banco miserable le ha congelado y lo ha dejado sin los recursos que un ser humano necesita para endulzar un viaje corto o unas vacaciones para quebrar la soledad amarga e infinita. Cero euros en el saldo del banco de Sabadell.

La carta de anciano, padre, abuelo y amigo tiene pocos párrafos, pero hay uno que golpea nuestra conciencia de medio  de comunicación que levanta la voz, dice que se suicida porque «este país ha perdido las esperanzas de un mundo mejor, y que cuando la esperanza  pierde  la voluntad ejerce de martillo porque ya no mueve montañas, desaparecidas en esa guerra soterrada en la que las familias se hunden en un sistema como este dinamitado y estrujado, camino de un suicidio porque tampoco la estela de un dios justo es solo fantasía”.

Esta es una carta con anécdota canalla, cuando el caballero intenta comprar para sostenerse en pie, en otro banco catalán le informan que está en una infame lista de morosos, esos millones que no tienen defensa ni oxígeno, y que el mortal capitalismo insufla poder. Esa tarde, tuvo que sustraer una lata de pastillas para morir dignamente sin pedir permiso al cielo y al mundo, el de arriba y aquí al lado del vecino acobardado. Y con algo de amor compartido termina, QUISIERA TENER UN DIOS MEJOR que nos acaricie… el de la vecina asombrada cuando llega el ángel de la trabajadora social con su sonrisa protectora, humana.